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Desarrollo humano en el Perú: a propósito de la visita del Papa Francisco

  • Efraín Gonzales de Olarte
    Vicerrector académico

En los últimos veinticinco años hemos tenido, ciertamente, un crecimiento importante que ha mejorado muchas cosas en el Perú, pero no ha sido equitativo para todos

Nos hemos acostumbrado a promover el crecimiento económico sin reparar en sus efectos distributivos y en sus efectos sobre la naturaleza

El enfoque convencional de la economía parte de la idea que un país mejora si su producto bruto o sus ingresos lo hacen también, es decir, la medida del progreso y del desarrollo económico es el crecimiento del PBI, así, el fin último pareciera ser que la producción material e inmaterial crezca. El enfoque del desarrollo humano pone las cosas de otra manera, lo importante de una economía es cuánta oportunidad crea para que sus habitantes estén mejor, o simplemente, para que puedan elegir entre una u otra opción de trabajo. Es decir, el indicador económico en este enfoque es cuántas personas logran tener un empleo decente (formal, con salario adecuado y con buenas condiciones de trabajo), cuántos estudiantes logran aprobar sus cursos en el colegio o la universidad, cuántas personas tienen acceso a un buen servicio de salud, independientemente de su nivel de ingresos, o cuántos niños tienen una buena alimentación. Obviamente, para todo esto, es importante el crecimiento del PBI, pero no de cualquier tipo. Si el PBI crece a 3% al año y genera 3% adicional de empleo decente o si, gracias al crecimiento económico, los rendimientos educativos y el nivel de estudios mejoran, estamos frente a una economía al servicio de la gente y no al revés (la gente al servicio de la economía).

Precisamente, el Papa Francisco es un promotor de una sociedad con una economía que genera mayores oportunidades para los que menos tienen, es decir, promueve una economía redistributiva y solidaria. Además, señala que el crecimiento económico no debe depredar más los recursos naturales y no debe ahondar el problema del cambio climático. La propuesta del Papa, en este sentido, es todo un desafío, pues nos obliga a conciliar tres grandes objetivos: ser eficientes en lo económico, ser equitativos en lo social y promover la sostenibilidad de la naturaleza. Es decir, promueve un triángulo que, en la actualidad, es imposible lograr, pues si se quiere ser más eficiente en economía, se debe maximizar las ganancias, por lo que, probablemente, se tiene que pagar menos salarios o se debe sobreutilizar los recursos naturales o quemar petróleo para generar energía barata. En consecuencia, no se puede lograr los tres objetivos al mismo tiempo, a menos que se cambie de valores, de racionalidad económica y del uso de recursos naturales. Este el verdadero desafío de la humanidad hoy: cómo morigerar las ansias de ganancias, cómo pensar más en “el otro” y cómo mantener “nuestra casa común”.

Por ello, la venida del Papa al Perú es un momento importante para reflexionar sobre el futuro nuestro, de todos los peruanos y de todos los sudamericanos, pues nos hemos acostumbrado a promover el crecimiento económico sin reparar en sus efectos distributivos y en sus efectos sobre la naturaleza.

En los últimos veinticinco años hemos tenido, ciertamente, un crecimiento importante que ha mejorado muchas cosas en el Perú, pero no ha sido  equitativo para todos. Algunos son mucho más ricos que antes y es verdad que hay menos pobres, pero si la pobreza hubiera disminuido con la misma intensidad que los sectores ricos han visto crecer sus ingresos, ese sería el modelo a promover. Sin embargo, esto no ha sucedido, por lo que debemos pensar en hacer serios ajustes al modelo de vida y cultura que tenemos, lo que pasa no solo por una decisión política, sino por un cambio de forma de pensar la economía, por un cambio ideológico más acorde con el hecho de que nuestro planeta y sus recursos naturales son finitos. Aquí la ecuación se cierra, pues necesitamos un crecimiento con equidad humana y con sostenibilidad de nuestra casa común.

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