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Votación electrónica y complejidad política

La votación electrónica es una innovación a los procesos electorales que tendrá bondades respecto a la tecnología que pretenda reemplazar o complementar. Pero, como toda tecnología, traerá problemas nuevos que solo la siguiente generación tecnológica resolverá.

  • José Magallanes
    Coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Escuela de Gobierno PUCP

Diversos países están evaluando qué tanto y cuándo entran al tema. Aquí tenemos, por un lado, a quienes plantean que el modelo peruano traerá celeridad y mayor transparencia sin la posibilidad de problemas de seguridad y, por otro, a quienes avizoran que la votación electrónica traerá más perjuicios que beneficios. Los primeros muestran el caso de Brasil, la India o Estonia. Los otros muestran como contraejemplo a Venezuela insinuando manipulación de resultados, a los Estados Unidos insinuando que aún no hay confiabilidad y a Finlandia, que tuvo que anular elecciones por este medio y decidió abandonar el proyecto. Lo cierto en todos estos casos, es que ha mediado la intervención de uno u otro actor político, pero no un informe técnico. Y es que la política, no la informática, está dónde se necesita tomar decisiones con información incompleta.

¿Es posible que la votación electrónica mejore al sistema actual? Sí lo es. ¿Es posible que haya un sistema 100% seguro? No. Todo sistema, en particular informático, es solo un modelo, una simplificación que apuesta a conocer los parámetros «claves» que explican el comportamiento de algún problema particular. En este caso, hablamos de la votación y sus requisitos de ser universal, secreta y libre. Así, lo más probable es que en las siguientes votaciones tengamos resultados antes de que llegue la noche, si es que no aparecen problemas. Por ejemplo, que no cuadren la cantidad de asistentes con los votos emitidos (son dos sistemas separados pues se busca mantener el secreto del voto), que la pantalla táctil no encienda o que deje de funcionar en algún momento del proceso (se «cuelgue»), que un votante diga que marcó por un candidato pero la máquina registró a otro (o peor aún, mientan sistemáticamente para poner en duda las elecciones y no haya manera de demostrar lo contrario por la «seguridad del sistema»), o que se descubra a alguien interceptando la votación con la técnica de Van Eck para luego informar por quién voto tal o cual personaje. Parece que todos están preocupados por los hackers, pero los peores problemas pueden venir de usuarios, software, hardware, firmware, redes, y la propia organización. Al final, cada observación a una mesa o un local (por que el problema será ahora de mayor escala) llegará al JNE. Quizá la ONPE gane tiempo, quizás al JNE le tome muchísimo más tiempo resolver las observaciones sofisticadas que le lleguen.

Como vemos, no se debe subestimar la complejidad de la política, la cual va más allá de cualquier producto tecnológico de moda. Tratemos de ser realistas y busquemos adelantarnos a los problemas que podrían suceder en nuestro nuevo sistema de votación capitalizando lo mejor posible las experiencias buenas y malas de otros países. ¿Y que tal si entramos al voto electrónico cuando sea aceptable vía SMS? Así nos ahorraríamos lo que se va a gastar en el modelo actual, pero supongo que los proveedores no quieren perder esta venta.

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