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“Si no hubiera problemas técnicos en el territorio, no avanzaría la ingeniería”

El domingo 27 de septiembre de 1987, un deslizamiento destruyó setecientas viviendas y dejó, aproximadamente, quinientos muertos en el barrio Villatina de la ciudad de Medellín, Colombia. Eran años difíciles en los que los carteles de drogas dominaban la ciudad paisa, pero el trabajo técnico y de diálogo en el que se involucró Carlos, a partir de los noventa, convirtió a la escarpada ciudad de Medellín en un exponente del desarrollo urbano integral.

  • Carlos Montoya Correa
    Exasesor de las Consejerías Presidenciales para Medellín, Antioquia y Bogotá en proyectos de vivienda social, desarrollo urbano y renovación urbana
  • Texto:
    Israel Guzmán
  • Fotografía:
    Victor Zea

¿Qué se debe tener en cuenta al analizar una ciudad que ha crecido de manera desordenada cuando queremos volverla más segura y habitable?

El crecimiento de la ciudad bajo la forma que puede parecer desordenada, espontánea o irregular es una forma real de crecimiento. Todas empezaron así. Con esto no quiero decir que no se pueda intervenir u orientar ese proceso, aunque nuestros sistemas administrativos, políticos, académicos y financieros dejan esto muy al margen. Las ciudades son una forma de tratar de adecuar el paisaje y la topografía a la vida de personas aglomeradas. Nosotros tenemos unas ciudades andinas ubicadas en la monta- ña –o cuyo crecimiento las empuja hacia ellas– y los planificadores tienen muchos problemas en reconocer que esto debe ser así. Las montañas alrededor de Lima no se van a aplanar.

Se calcula que 30% de la población de Lima vive en laderas, muchas de las cuales están en peligro de derrumbes, huaicos o deslizamientos.

Es un ambiente difícil, pero si no hubiera problemas técnicos en el territorio, no avanzaría la ingeniería. En Perú, hay una cultura de cómo acomodar piedras, con mucho arte y ciencia, que permite tener casas en laderas de asentamientos. Esto debería aprovecharse más.

Una solución es la construcción de viviendas multifamiliares, las que no son muy aceptadas.

En la montaña, la topografía te impone condiciones muy duras. Pequeños multifamiliares o viviendas unifamiliares, que tiendan más hacia arriba que hacia la montaña, son más eficientes en su propia construcción y en atraer vías de comunicación e infraestructura.

Cuando trabajó en Medellín, ¿no fue difícil llegar como un completo extraño a recomendar y pedir cosas a gente que no lo conocía?

Se trató de un proyecto que empezó en los noventa con el ejercicio de la Consejería Presidencial, que escuchó y habló con la gente. Fue toda una década de foros, seminarios, reuniones y pequeños proyectos demostrativos que prepararon un intercambio de talleres entre instituciones, técnicos, académicos y población. Cuando llegaron las alcaldías cívicas, en Medellín ya había una trayectoria de planeación participativa cimentada. Al inicio teníamos miedo por nosotros mismos, por estar en un territorio sumido en la violencia, pero nos dimos cuenta de que una comunicación transparente y honesta era lo mejor. El componente educativo y de bibliotecas empezó a surgir como un elemento transversal, y la ciudad sistematizó y entendió estas demandas.

En su ponencia dijo que en Medellín hay más de 80 quebradas por las que puede haber deslizamientos. ¿Cómo se trabajó esto?

El deslizamiento de Villatina fue una cosa espantosa que estremeció a la sociedad paisa. En la alcaldía de Medellín empezó una tendencia a no intervenir. Otros dijimos que, por el contrario, teníamos que estudiar, investigar y atraer recursos con una visión multidisciplinaria que involucre la ingeniería y en la que todos los componentes contribuyan a reducir riesgos hidrogeotécnicos. Nosotros hicimos mediciones, por 15 años, de la frecuencia de deslizamientos en los asentamientos que intervinimos. Incluso a los planificadores que se oponían a la intervención, hoy, les parece una maravilla.

¿Qué intervenciones hicieron?

Reducir los deslizamientos requirió intervenciones técnicas, obras, estudios y organización social. Los objetivos del programa en términos de planeamiento, participación, vivienda, infraestructura y obras de estabilización ambientalmente planeadas contribuían a la reducción de riesgos. Medíamos los deslizamientos luego de los aguaceros y de doce mil viviendas se mejoraron cinco mil. Lo primero fue hacer un sistema sismorresistente. La prioridad fue la estructura y luego un plan de aguas.

¿Cambió la conciencia de que se necesita construir de manera segura en Medellín?

Es una tendencia. Eventos como Limápolis sirven para que haya también un relevo generacional de nuestro lado. Aunque son menos, los deslizamientos siguen ocurriendo en Medellín. Hay todavía mucha vivienda por rescatar y barrio por consolidar.

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Nombre: Carlos Montoya Correa

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