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"Nuestros alumnos y profesores son nuestro mejor capital"

Tras recibir la noticia de que será homenajeado con la Medalla de Honor R.P. Jorge Dintilhac, SS.CC., el profesor del Departamento de Ingeniería y ex rector de la PUCP se dio un tiempo para hablar con PuntoEdu sobre su regreso a las aulas, el conflicto con el Arzobispado de Lima, la propuesta de modificación de la Ley Universitaria, entre otros temas.

  • Luis Guzmán Barrón Sobrevilla

Recibirá la Medalla Jorge Dintilhac, ¿cómo toma este reconocimiento?

Más que nada es una generosidad de los integrantes del Consejo Universitario, presidido por el Dr. Marcial Rubio, quienes han querido reconocer alguna poca cosa que hice en la Universidad. Yo lo tomo como un homenaje a todas aquellas personas que han estado a mi lado durante los 48 años que llevo en la Católica, más allá de que personalmente haya alcanzado algo u ocupado cargos importantes.

Siendo rector entregó reconocimientos como el que recibirá este jueves.

Durante mi rectorado quisimos reconocer a personas valiosas para la Universidad, ya sea por su apoyo desde afuera o por su labor desde adentro, como el Dr. Luis Jaime Cisneros, el Ing. Hugo Sarabia, el Dr. Salomón Lerner, así que lo interesante es que (con este reconocimiento) estaré en buena compañía.

Toda su carrera la ha desarrollado en la Católica, desde jefe de práctica hasta rector.

La verdad es que cuando me incorporé como jefe de práctica, lo hice con ánimo de servir y ayudar, como habían hecho conmigo otros profesionales. Yo trabajaba en una compañía privada y venía a la Universidad los sábados en la tarde. Muy lejos de mi pensamiento estaba la idea de convertirme en profesor a tiempo completo, pues en aquella época prácticamente no los había. A los pocos años vino una ayuda de la Fundación Ford y se dio la idea de tener docentes de planta. Cuando me llamaron, dejé mi trabajo porque me di cuenta de que me gustaba enseñar. Si bien los sueldos de la Católica no podían competir con los de las empresas, tuve la suerte de tener una esposa que trabajaba. Luego, me fui a hacer un posgrado y cuando regresé me di con la sorpresa de que era uno de los más viejos entre los profesores que nos habíamos quedado, así que terminé aceptando la conducción del Departamento de Ingeniería a los 33 años.

Todo cayó por su propio peso.

He regresado a un aula después de siete años. El tema de la Comisión de la Verdad y Reconciliación comprometió el tiempo del Dr. Lerner (ex rector) y tuve que cubrir algunas de sus funciones durante mis últimos dos años como vicerrector. Como rector no pude volver, pues para hacer bien dicha labor hay que estar pendiente siete días por semana y 365 días al año. El semestre pasado tampoco pude enseñar porque obviamente estaba muy desentrenado, así que me dediqué a preparar mi curso. Creo que el contacto con los jóvenes es revitalizador.

Siempre es importante mirar hacia atrás y revisar lo que se está haciendo. Uno puede estar conforme con las cosas, pero eso, a la larga, no es bueno, porque la universidad es continuo movimiento y perfeccionamiento. Me parece grandioso que se mire hacia adentro y se vea qué está marchando bien y qué cosas hay que modificar. Por eso estamos donde estamos. Por ejemplo, un plan de estudios de una carrera no puede estar estático por mucho tiempo, porque el conocimiento cambia. Hoy enseño de una manera distinta a como enseñaba hace algunos años. Si uno no se pone al día, se vuelve repetidor, y eso es algo que la Católica no ha sido nunca.

¿Qué opina de la propuesta de reforma de la Ley Universitaria?

A mí me da mucha pena. Lo que necesita la universidad a gritos es una nueva ley. Tenemos una ley de 1983 que en su tiempo fue buena, pero que hoy día ya quedó obsoleta. Entonces, no se necesitan parches, sino una revisión total. En el 2001, expresé esta misma idea –en un programa radial– y la presidenta del Congreso me mandó una carta asegurándome que sí había revisado la ley. Sin embargo, han pasado nueve años y la situación es la misma: no hay un estudio frontal de las necesidades que existen. Hay regímenes muy diversos. Están las universidades públicas y las privadas que se dividen en tres grupos: las sin fines de lucro que aceptan en todas sus partes a la Ley 23733, que somos unas cuantas; las sin fines de lucro que ya no están en ese régimen, mas sí en el Decreto Ley 882; y las con fines de lucro, que tienen una ley aparte y que designan autoridades y cambian rectores como sus dueños lo crean mejor. Esto tiene que ordenarse y no solo dar una ley sin consulta. Dije penoso porque hay en el Parlamento hasta tres proyectos, uno que preparó el Consorcio de Universidades, que fue bien recibido incluso por la Asamblea Nacional de Rectores, que está durmiendo el sueño de los justos. Claro, con un Parlamento tan dividido, con tantas facciones e intereses propios, ya donde hay congresistas que tienen universidades, hacer algo es complicado. A las universidades que funcionamos bien no nos va a hacer mucha mella, pero el punto está en pensar hacia dónde va la universidad peruana en general.

¿Cómo ve el conflicto que tiene la Católica con el Arzobispado de Lima?

Nosotros nunca tuvimos problemas con los anteriores arzobispos de Lima. En todos los casos, designaron como integrantes de la Junta Administradora a personas allegadas a la Universidad. Incluso hay actas de la junta de hace veinte años donde se señala que la Universidad ya estaba administrando sus bienes. La Católica tiene su propio método para hacerlo. Le ha ido tan bien que su patrimonio ha crecido en cantidades que se pueden verificar en libros. Es claro que llega un nuevo arzobispo que parece entender su misión en forma diferente.

Nunca hubo problemas administrativos.

Tengo la certeza de que la razón nos asiste. Nunca hemos tenido un solo problema en años de administración. Todas nuestras cuentas son auditadas. Por nuestra ligazón como universidad católica, el arzobispo es el Gran Canciller de la Universidad, así que nuestra obligación es entregarle todas nuestras cuentas y así lo hacemos. Puede estar enterado de la marcha de la Universidad porque le corresponde, pero él no la tiene por qué administrar, así que el juicio pendiente seguramente durará algún tiempo. Es clarísimo que se ha multiplicado todo lo que se recibió como herencia, pero que de ahí que la junta pretenda intervenir en la administración económica de CENTRUM o del Instituto de Idiomas, hay una distancia enorme. Hay otro asunto: se ha dicho que los estatutos de la Católica no tienen la aprobación del Vaticano, y eso es cierto, pero nosotros en el 2001, en conjunto con el Arzobispado, nombramos una comisión de tres miembros por cada bando, que llegó a acuerdos salvo en los temas de quién nombra al rector y quién es el propietario de nuestra casa de estudios. En la página web del Arzobispado se puso que las partes de esta comisión habían desarrollado un documento conjunto que durante mi gestión no fue aprobado, cosa que es falsa porque nunca se pusieron de acuerdo y dieron como resultado dos informes distintos. Si bien yo no fui un rector confirmado, he sido recibido por el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, y me llegaron cartas del Papa dirigiéndose a mi persona como rector.

¿Qué tan bien proyectada ve a la Católica?

No hay ningún ranking internacional en el que la Católica no aparezca como la mejor universidad del Perú. Tenemos convenios con las mejores universidades del mundo, nuestros alumnos son aceptados en las principales instituciones, tenemos egresados trabajando que ojalá se quedaran todos en el país para beneficio del Perú, y tenemos una plana docente de primer nivel. Todo ello significa que nuestra proyección es inmejorable. Creo que lo que se ve hacia futuro es muy bueno. Es muy interesante, porque el conflicto con el Arzobispado nos haya hecho mirarnos hacia adentro y tener la plena convicción de que estamos en un buen camino, de que esta universidad autónoma, libre, abierta, que admite todas las ideas, es un bien del Perú y así debemos mantenerla y cuidarla. Nuestros alumnos y profesores son nuestro mejor capital y los frutos allí están.

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