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“Nos importaba que los estudiantes tengan la oportunidad de poner en órbita sus propios satélites”

Su fascinación por el espacio y los constantes proyectos de tecnología espacial en los que viene trabajando, motivaron a Bob Twiggs a enfocarse en nuevas propuestas de aprendizaje colaborativo para la creación de mini-satélites de costo reducido, dándole la oportunidad a los jóvenes de elevar sus ideas al espacio.

  • Robert 'Bob' Twiggs
    Profesor emérito de la Universidad de Stanford (EE.UU.)
  • Texto:
    Gabriela Pérez
  • Fotografía:
    Tatiana Gamarra

¿Cómo nació su interés por la tecnología espacial?

Yo crecí en una granja en Idaho, Estados Unidos. Recuerdo que cuando era niño, durante la Segunda Guerra Mundial, los aviones de la armada americana sobrevolaban el lugar. Eso me llamaba mucho la atención, y me asomaba cada vez que pasaban. Cuando empecé a estudiar en la universidad, la carrera espacial estaba en todo su auge y, en este contexto, se hablaba mucho del programa espacial para ir a la luna. La universidad albergaba muchas actividades académicas que giraban en torno a esta temática, por lo que yo siempre pensaba: “Me gustan los aviones, me gusta mucho el espacio. Creo que sería divertido si algún día puedo involucrarme con ellos”. Gracias a ese pensamiento, decidí dedicarme a investigar y elaborar satélites.

¿Cómo nació la idea de producir micro-satélites?

La propuesta del mini-satélite CubeSat nació con fines académicos. Su creación data de la época en la que yo dictaba en la Universidad de Stanford y trabajaba en proyectos de construcción de satélites espaciales con los estudiantes. Nos dimos cuenta de que las estructuras de los satélites eran realmente grandes y eso traía ciertos problemas, por ejemplo, tenías todo ese espacio y los estudiantes se emocionaban y querían poner varias cosas en el satélite; el problema es que cuanto más grande el satélite más caro y difícil es financiar su lanzamiento al espacio. Así que, con un amigo de otra universidad, hablamos de este problema, nos preguntamos: «¿Por qué no presentamos algo que sea más pequeño y que no le dé tanto espacio a los chicos para poner cosas?» Al hacerlo pequeño, las cosas serían mucho más sencillas. Entonces, empezamos a armar la propuesta.

¿Qué impacto generó en sus colegas esta propuesta?

Para armar el prototipo, lo que hice fue ir a una tienda donde vendían cajas de plástico y conseguí una caja cuyo uso original era para exhibir juguetes (Beanie babies). Me pareció el tamaño adecuado. Cuando armamos la estructura y presentamos la propuesta, la Comunidad General Aeroespacial dijo que era la idea más tonta que habían visto, que era muy pequeño, poco práctico y que no se ajustaba a los requerimientos de las herramientas de trabajo que utilizaban. Sin embargo, cambiamos los planes y dijimos: «Queremos hacer esto con fines educativos». Nos importaba que los estudiantes tengan la oportunidad de poner en órbita sus propios satélites y que pasen por todo el proceso de investigación y elaboración.

¿Se podría lograr que escolares participen en este tipo de proyectos?

Sí, claro, la mayoría de las estructuras de los mini y micro satélites se han construido en escuelas secundarias, no en universidades; estos estudiantes no son capaces de crear los experimentos, por eso es que recurrimos a los estudiantes universitarios. Lo que más llama la atención a la gente es el tema del espacio, algún tipo de misterio emocionante tiene el acto de enviar algo al espacio. Yo creo que esa es la clave de la parte educativa de esto, los chicos son muy capaces de construir cosas tan sofisticadas como los mini-satélites y creo que su esfuerzo se vería recompensado si se les da la oportunidad de enviarlas al espacio.

¿Qué opina de los proyectos colaborativos?

Actualmente, tenemos la oportunidad de lanzar al espacio pequeños satélites, y los hicimos pequeños porque es más práctico, y buscamos poner experimentos en ellos. Tenemos muchas escuelas secundarias en EE.UU. trabajando en la construcción de armazones, nuestro primer lanzamiento consistió en 63 satélites pequeños. En el futuro, con una mayor capacidad, podremos lanzar 84 de ellos cada 6 meses. Por esta razón, una colaboración entre universitarios y estudiantes de secundaria sería maravillosa y ambas partes saldrían beneficiadas.

¿Qué consejo le daría a los estudiantes que quieren emprender un proyecto de satélites en la universidad?

Primero, deben encontrar al profesor-asesor adecuado, que esté dispuesto a trabajar con ellos. Además, haber aceptado el reto de trabajar en un tema espacial, requiere pasión, esto significa que estén dispuestos a hacer realidad su proyecto y a aprender en el proceso. Ellos pueden aprender la técnica en el proceso de aprendizaje con el profesor, pero el verdadero aprendizaje viene de ellos haciéndolo por su cuenta y haciendo la investigación.  Esto va de la mano con la persistencia, por ejemplo: cuando ellos van a donde un profesor y les dice que no tiene tiempo ese día, vuelven al día siguiente y si no se puede, siguen intentándolo. No se desmotivan, eso es algo importante que debemos inculcar en los estudiantes, pues quienes tienen esas virtudes resultan siendo personas muy exitosas.

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