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“Los Incas tenían sistemas gráficos de registro tan eficientes como cualquier otro sistema”

“Así hubiese querido, no tenía escapatoria al tema de lo andino”, bromea el Dr. José Luis Martínez, docente de la Universidad de Chile y miembro del Comité Académico Internacional del Programa de Estudios Andinos de la PUCP (PEA). Chileno de nacimiento, vivió varios años de su juventud en el área Charazani, al norte del Titicaca; se exilió en Ecuador durante la dictadura militar chilena y vino al Perú para llevar la maestría en Antropología por la PUCP. “Mi vida es esta zona. O me reconozco a mí mismo y a mi historia, o me pongo a estudiar las estrellas”, cuenta en un intermedio del Seminario Interdisciplinar Pisac 2015, un cenáculo de historiadores, lingüistas, antropólogos y arqueólogos que organiza anualmente el PEA, y que este año se llevó a cabo entre el 29 de junio y el 3 de julio. En esta entrevista habla sobre el tema de su especialización: los soportes para la memoria en los Andes.

  • José Luis Martínez
    Docente de la Universidad de Chile y miembro del Comité Académico Internacional del Programa de Estudios Andinos de la PUCP (PEA)
  • Fotografía:
    Roberto Rojas

Los Incas tenían una larga tradición oral pero no tenían escritura y, por muchos años, se les consideró menos desarrollados.

El considerar superior a una cultura por tener escritura es un modelo impuesto por los europeos. La idea de que la escritura alfabética es signo de civilización y desarrollo se comienza a aplicar cuando los españoles invaden América, en particular los Andes, para posicionarse como superiores gracias a esta herramienta ideológica de dominación. ¡Pero en España tampoco había letras! Ten en cuenta que la primera gramática española es de 1492. Un señor que se llama (Antonio de) Nebrija le dijo a los reyes que quería escribir la gramática y ellos le preguntaron para qué les servía eso. “Deme una gramática y os daré un imperio”, respondió Nebrija, porque la escritura era un modelo de dominación que además fue reproducido, incluso por historiadores, hasta los años cincuenta.

En los Andes existieron sistemas gráficos.

Todas las sociedades han tenido, en paralelo a los sistemas orales, sistemas gráficos de registro. Que no sean alfabéticos es otro cuento. Los Incas tenían sistemas gráficos de registro, de notación y de comunicación, tan eficientes como cualquier otro sistema. Y si pensamos en la construcción del Tahuantinsuyo como espacio multilingüe, la existencia de la escritura alfabética supone el predominio de una lengua sobre las otras, en cambio las sociedades andinas desarrollaron sistemas de registro que permitían que un mismo tipo de narrativa o relato circulara a través de distintas lenguas. Los quipus, por ejemplo, no tienen lengua y pueden ser expresados en quechua, aymara, puquina, chipaya o muchic.

¿No requerían de mucha especialización para interpretarse?

Depende bastante, porque hablamos de distintos sistemas, niveles y problemáticas. Hay sistemas de registros más centralizados y controlados que requieren de especialistas. Actualmente hay una discusión interesante sobre si todos los que anotaban en los quipus tenían el mismo grado de especialización porque prácticamente en todas las comunidades y grupos étnicos había quipucamayocs, aunque no necesariamente funcionaban con la misma lógica de los estatales. Lo mismo pasaba con gente especialista en cantos de memoria. Pero en el siglo XVI todo el control estatal se derrumba y es reemplazado por sistemas que uno podría llamar más populares, menos centralizados y especializados, pero por lo mismo mucho más libres para decir cosas nuevas.

¿Qué era más común: hablar de mitos fundacionales y narrativas específicas o más bien contar el día a día?

Creo que las dos cosas funcionan, pero en distintos sistemas de registro y con distintas formas de registrar. Desde la perspectiva del Tahuantinsuyo, lo que está grabado y registrado son los grandes acontecimientos, grandes categorías y conceptos. Hubo toda una institucionalidad para conservar, reproducir y difundir una determinada memoria, eso está claro, y usó el arte rupestre, la cerámica, los bailes de memorias, la monumentalidad y los espacios. Todo con el fin de transmitir un conjunto de memorias y relatos que construyeran las memorias del Tahuantinsuyo. Pero cuando uno mira los keros coloniales hay un registro etnográfico visual sorprendente de cómo era la vida colonial: desde la sublevación de Manco Inca y cómo trabajaban los españoles, hasta la vida en la chichería o cómo se llevaban las llamas a un pueblo.

¿Qué otras herramientas poco comunes se usaban para preservar la memoria?

El arte rupestre, por ejemplo, que en los Andes tiene casi 5000 años de antigüedad y es uno de los sistemas más eficientes y perdurables de registro de memoria. Hay arqueólogos que han mostrado cómo los incas desarrollaron toda una iconografía de la dominación a través del arte rupestre. Pintaron en sitios que tienen una determinada espacialidad, que dominan y pueden ser vistos de distintos lados, que representan ejércitos incaicos y que tienen todo un contenido bélico y de amenaza. Piensa en todos los entierros rituales de altura que incorporan los territorios dominados al Tahuantinsuyo de una manera simbólica. Hasta los ochentas se pensaba que los incas habían respetado mucho las religiones y prácticas locales, pero el material que se ha empezado a producir en los últimos 15 o 20 años nos muestra un estado incaico preocupado de producir y difundir ideología incaica mucho más coherente y menos diversa.

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