Ir al contenido principal Ir al menú principal Ir al pie de página

“Las audiencias han cambiado, pero la televisión sigue funcionando como antes”

La televisión peruana es motivo de potentes críticas desde distintos sectores. Programas que se repiten en todos los canales, los mismos rostros y puro entretenimiento vacío son las constantes. Conversamos con Giuliana Cassano, docente del Departamento de Comunicaciones, quien nos da un diagnóstico de la caja boba peruana.

  • Giuliana Cassano
    Docente del Departamento de Comunicaciones
  • Texto:
    Gonzalo Silva
  • Fotografía:
    Mario Lack

Los canales compiten con formatos muy parecidos: A las 11 p.m. tres canales tienen programas muy parecidos que incluso tocan los mismos temas. ¿Cuál es su diagnóstico de esta televisión con productos tan repetidos?

No es algo nuevo en la televisión. Desde sus inicios y cuando deja haber un único canal, la televisión comercial siempre ha competido. Recuerdo mi niñez y el horario de la tarde era el de la novela. Tenías, probablemente, menos canales de los que hay ahora, pero tanto América como Panamericana pasaban novelas en la tarde. No creo que eso sea un fenómeno nuevo. En todo caso, lo que empiezo a notar es el hecho de que los programas se parecen mucho entre sí. No es que pertenezcan a un mismo género.

Pero estamos hablando de producciones nacionales en las que a la misma hora transmiten un reportaje sobre el mismo tema.

Otro ejemplo es un programa concurso que pasan a las 7 p.m. Como no es un programa que siga, me ha pasado que no distinguía en qué canal estaba. Los noticieros terminan haciendo eso, los programas de las 11 de la noche también. Es apostar por lo que está funcionando a esa hora. Combate empezó a funcionar en ATV y de pronto América lanzó un programa similar. Ahora compiten por quién tiene la modelo que vende más. Aparentemente eso consume la gente. Eso significa que la empresa pueda vender su tanda publicitaria a muy buen precio. Está apostando por lo seguro. Ante eso se pueden hacer varias cosas. La primera: no consumir. Pero habría que preguntarnos quiénes seríamos los que no consumiéramos y si eso significaría algo importante. La gente dice que eso no le interesa ver, pero lo concreto es que los ratings indican lo contrario. Habría que preguntarnos qué tipo de sociedad estamos construyendo. No es solo un problema de ‘la televisión’, la empresa está apostando por lo que vende más.

¿Por qué los medios, no necesariamente la televisión, sino los periódicos e internet, rebotan lo que se ve en estos programas? ¿Cuánto ayuda en esta deconstrucción de sociedad que los demás medios se acojan de este negocio para poder vender?

Tiene que ver con asegurarte una tajada de la torta. El día de la final de Yo Soy, los imitadores de Kurt Cobain, Amy Winehouse y Juan Gabriel estaban en la radio. Con Gisela Valcárcel y Bailando por un sueño, los medios de prensa tenían como comisión estar cada sábado en el set; porque el lunes esa noticia iba a rebotar. Además que eso también vende mucho más que una nota seria. La pregunta de fondo es: ¿qué sociedad estamos construyendo? Cuando están en carrera electoral todos los políticos compiten por estar en los programas cómicos. Hemos visto candidatos presidenciales bailar, cantar, si les pedían desvestirse se desvestían. Esa es nuestra sociedad. Se dice que la política se ha banalizado porque ha entrado a la televisión. Los que manejan los canales tienen responsabilidad. La corrupción, los años de dictadura fujimorista le hicieron mucho daño porque quebraron las instituciones, entre ellas las de la comunicación.

Esa etapa ya pasó y se supone que quienes manejan los canales han tomado conciencia de que esa televisión estaba contaminada, pero se ha mantenido esa forma de entretener. Antes eran los cómicos ambulantes y Laura Bozzo; ahora son realities y programas de competencia en los que la modelo se enrolla con un participante. Parece no haber un interés de hacer un mea culpa. ¿Por qué?

Creo que la gente que está en los medios y especialmente en la televisión se ha formado en la peor etapa. Por otro lado, los ratings indican que eso vende. Me imagino que debe ser muy difícil para los productores ir donde su gerente y decirle “quiero hacer un programa diferente”. Cuando el gerente financiero le diga “tu programa diferente me da 10 puntos de rating y si pongo a una modelo a competir me hace 25 puntos de rating, y tengo la web reventando cada vez que ella va a chatear”. No olvidemos que las televisoras en nuestro país son empresas privadas.

Cuando se hace una apuesta nueva es difícil sostenerla y termina derivando en un formato preestablecido que ya vende. Un caso es La noche es mía, A las 11 y Enemigos Públicos, que cuando comenzaron tenían un formato de ‘late night show’, pero terminaron emparejándose en lo mismo.

Lo que pasa es que las 11 p.m. es un horario muy malo. En el caso de Enemigos Públicos la apuesta te hablaba de un periodista controversial (Beto Ortiz); Aldo Miyashiro, una figura que podría jalar un público distinto al de Beto; y Karla, la modelo. La propuesta era completamente distinta porque iba a ser una casa, con espacios, personajes… No funcionó. En el caso de A las 11, tampoco. Hay propuestas pero los tiempos cada vez se reducen más. Es decir, antes sabías si un programa funcionaba al mes y medio; hoy día esos tiempos se han ajustado: si en 15 días no levantaste el rating, se hacen ajustes. Gisela salió la primera semana con Operación Triunfo, hizo un rating de 16.7, lo cual es bajo porque venía con Bailando por un sueño de estar por encima de los 25 puntos, y el lunes siguiente la gente decía “debutó con mal rating”.

¿Por qué las apuestas novedosas no terminan de funcionar en nuestra sociedad? ¿Es por el conductor, la sociedad, la producción, el canal?

Cada vez más los comunicadores nos convencemos de que las audiencias están más fragmentadas, pero nuestra televisión sigue apostando por lo que se hacía antes: una televisión que llegue a muchos y que tenga altísimo rating. Lo cierto es que cada vez más los públicos se fragmentan en audiencias y cada vez más se produce para audiencias, entonces tienes los canales especializados. En nuestra señal abierta, donde básicamente están todos estos programas, no termina de fragmentarse bien. Se asume que si a las 7 de la noche le funcionó a América, todos deberían entregar lo mismo. Y no ha funcionado siempre. En realidad, nuestros canales de señal abierta terminan diciendo “esto le gusta a la gente”, pero en realidad no saben qué gente. Empieza a funcionar cuando se anexa con otros espacios. A nuestra televisión le falta un estudio serio de quiénes son sus audiencias. Lima no es una sociedad homogénea, hay muchos intereses.

Se habla mucho de las antenas. Un ejemplo es Rosa María Palacios, que en América hacía un promedio de 10 puntos de rating, que para el horario (11 p.m.) estaba bien, pero se cambia a otro canal (Red Global) y tiene uno o dos puntos con un programa idéntico. Lo mismo con Raúl Romero, que en América dominaba la zona y ahora en Panamericana no llega ni a los 3 puntos. ¿Tanto importa el canal?

La gente es fiel al canal. Probablemente en otros países puedas tener fidelidad al personaje o al programa. En ese sentido Panamericana y Frecuencia Latina fueron los más desgastados por todo el periodo de Fujimori, pero Frecuencia Latina se está levantando, está perfilándose a un tipo de público, a un tipo de programa (y ATV también) de farándula y espectáculo. Toda la televisión se está farandulizando, pero más ATV. Está apostando por eso, mientras que América es el canal que mejor mantiene su oferta familiar. En ese sentido la ha hecho bien, más allá de que nos gusten o no sus producciones nacionales.

¿Se podría avizorar para cuándo la televisión habrá logrado el cambio?  

Ese es reto de los comunicadores que se están formando. Mientras los empresarios no sean conscientes de que la televisión cambió es muy difícil hacerles ver que la gente puede estar saltando de un canal a otro y construyendo su propia parrilla, que el cable se está diversificando. Los públicos ya no son los mismos, no son clases socioeconómicas, son transversales: los jóvenes, las amas de casa, los emprendedores. Aparentemente ese discurso no llega a la televisión, que se sigue manteniendo en función al rating. No están leyendo qué quieren sus públicos y ese es un defecto. Si no reconocemos que producimos mensajes para una audiencia, estamos mal.

¿A quién afecta este poco interés de los empresarios en el cambio?

Nos afecta a nosotros porque seguimos algo que no necesariamente nos guste. La gente sigue pensando que es un problema de la televisión y no un problema social. La televisión tiene un potencial que a veces no se ve: lo que pasa por la televisión se sobredimensiona. En la época de la corrupción fujimorista, la prensa escrita había publicado denuncias, pero la gente las empezó a creer el día que vio que Beto Kouri recibía dinero. Si no empezamos a preocuparnos por lo que estamos viendo, la gente va a seguir diciendo que la televisión es mala porque lo que más rebota es lo que funciona mal, no lo que funciona bien. Lamentablemente lo que funciona bien no es lo que producimos. Nuestras producciones son baratas, no podemos competir con una novela de Televisa, que invierte 15 mil dólares por capítulo. Acá estás haciendo un capítulo por 5 mil dólares. Se apuesta por producir lo que es más barato: programas concurso, programas de entrevista. Entonces le damos un plus: ya no vienen concursantes, sino los contratamos. Hay una variable económica que es muy fuerte porque hacer buena televisión significa poner más plata.

El Perfil

Nombre: Giuliana Cassano

Deja un comentario

Cancelar
Sobre los comentarios
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los comentarios pasan por un proceso de moderación que toma hasta 48 horas en días útiles. Son bienvenidos todos los comentarios siempre y cuando mantengan el respeto hacia los demás. No serán aprobados los comentarios difamatorios, con insultos o palabras altisonantes, con enlaces publicitarios o a páginas que no aporten al tema, así como los comentarios que hablen de otros temas.