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La Persistencia del Teatro

A propósito del Día Mundial del Teatro, celebrado el 27 de marzo, Celeste Viale escribe sobre la importancia del teatro en nuestros días. Viale es docente del TUC, que ya abrió sus Talleres de Otoño.

  • Celeste Viale

Dominar la naturaleza, alcanzar el poder, la gloria, la trascendencia, no son aspiraciones modernas del Hombre; sí, más bien, han ido perdiendo la vergüenza hasta alcanzar sutiles formas de destrucción de lo humano. Hoy, la venta de armas, la droga y el comercio sexual están entre los negocios más lucrativos del mundo.

Y el Teatro, a pesar de las predicciones que le auguraban el coma o la muerte, sigue en pie, junto a hombres y mujeres, para registrar las miserias y transformarlas; para que el mundo que hemos construido sea más fácil de soportar y entender y en ello, darnos la posibilidad de redimirnos. La memoria, la reflexión y el rescate de lo humano son tres virtudes que el Teatro puede ostentar en medio de la realidad que nos abate.

Gracias a sus comediantes, directores, autores, escenógrafos, productores, vestuaristas, maquilladores, compositores, tramoyistas, luminotécnicos, el Teatro ha estado allí, en comedia o en tragedia, en todas sus tendencias. Y seguirá allí, a pesar de sus detractores, de los gobernantes, de los que apuntan sus esfuerzos a envilecer las mentes y enajenar los sentidos.

Y junto a quienes trabajamos sobre el escenario o detrás de él, los Espectadores; nuestra razón de ser y estar. Ellos, repartidos en las butacas de las diferentes salas, se desplazan desde cerca o desde lejos para darnos el encuentro, a pie, en bus o en automóvil, con su entrada de un sol o de cincuenta, adquirida días antes o en los instantes previos a iniciarse la función. Gente que nos espera paciente, a veces a patio frío o soportando la incomodidad de sus asientos, gente que nos sonríe, que no siempre nos aplaude, gente que nos concede más de una oportunidad, que regresa cuando se ha emocionado con lo que ha visto, que está atento al siguiente estreno. Están allí, adultos con sus amigos, jóvenes con sus pretendientes, adolescentes con sus risas, niños y niñas con sus caramelos. Nuestros Espectadores. Están allí a la hora en que fueron convocados por nosotros. Pueden ser  veinte, cien o quinientos. Pueden ser apenas dos o cuatro que decidieron salir de la comodidad de sus casas, apagaron el televisor y se dijeron, vamos al teatro y, solitarios, compañeros del desamparo, en una sala inmensa, tratan de superar con nosotros la tristeza de la ausencia.

Nunca muchos, nunca pocos. Siempre importantes. Los Espectadores son más que el valor de una entrada, más que una estadística fría. Son cómplices nuestros en la resistencia frente a la masificación de los espíritus.

Celebremos juntos la persistencia del Teatro.

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