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“La literatura es un campo de libertad”

Nació en Nicaragua en 1942, seis años después de instalada la dictadura somocista que duró hasta 1979. De joven se unió a la revolución y llegó a ser vicepresidente de su país. Sobrevivió de la experiencia y volvió a la literatura. Cuando está en su casa, escribe todos los días desde las 8 y media hasta la hora del almuerzo. No puede escribir de noche. Tiene más de 20 libros publicados entre los que destacan Margarita, está la mar (1998), Adiós muchachos (1999), y Mil y una muertes (2004). Visitó la PUCP para participar del conversatorio “Narrativa, historia y violencia en América Latina”, organizado por el Departamento de Humanidades.

  • Sergio Ramírez
    Escritor nicaragüense
  • Texto:
    Miguel Sánchez Flores
  • Fotografía:
    Víctor Idrogo

¿Cuál es la función de la literatura?

Su función esencial es reproducir la vida, hacer un retrato múltiple de los seres humanos, de su vida y conflictos.

¿Cree que el escritor tiene alguna responsabilidad política?

Agregar propuestas con intenciones políticas a la literatura puede resultar muy peligroso en detrimento de la producción. Nunca he creído que la novela de tesis sea un vehículo apropiado para convencer a alguien de mi propia ideología. La literatura es un campo de libertad donde hay un desconcierto de voces que hablan por sí mismas, a las que no podemos eliminar sus contradicciones para darle un sentido uniforme. Cuando hoy leemos las novelas del realismo socialista, por ejemplo, nos parecen tan pobres porque justamente están enderezadas a alabanza de un determinado sistema.

Sin embargo, en su producción si hay tópicos recurrentes.

Tiene que ver con la experiencia y con el medio en el que uno se mueve. La escritura se tiñe de la propia experiencia y por lo tanto también de la realidad en la que al escritor le toca vivir. Nací en Nicaragua, un país pequeño, pobre y marginal, signado por una dictadura familiar, sujeto a la influencia de los Estados Unidos. Ese es el escenario de mis personajes, sustraerlos de ese espacio hubiera sido muy difícil.

¿Siente que su paso por la política le quitó años de escritura?

Uno tiene que ver su propia vida como algo integral, es difícil aspirar a vivir en un envase de gas al vacío. La revolución apareció en mi vida como una consecuencia de mis convicciones, como una tarea de juventud frente a una dictadura y me entregué a esa tarea de los 25 a los 45 años y, a lo mejor, gran parte de mi obra literaria quedó perdida. Pero gané en una experiencia de vida, ser parte de una la revolución y poder contarlo.

Mario Vargas Llosa ha dicho que menos mal no ganó las elecciones para poder dedicarse a la literatura.

Uno dice menos mal hasta después. La historia lo pone en esas coyunturas que después uno ve como indeseables. Pero qué hubiera pasado si Mario hubiera ganado las elecciones y tenido que gobernar. Quizá hubiera salido más decepcionado. Para un intelectual, con una idea ética muy alta de lo que debe ser la sociedad, es difícil enfrentarse con el ejercicio del poder descarnado como lo conocemos en América Latina como le pasó a Rómulo Gallegos o Juan Bosch, que llegaron a la presidencia y fueron derrocados por golpes militares que se opusieron a las reformas que planteaban. Vargas Llosa no ganó, pudo continuar con su obra e incluso ganamos un testimonio suyo en El pez en el agua.

Usted escribió su propia memoria en Adiós Muchachos

Era un manera de ver hacia atrás y decir esto es lo que pasó. Era contar mi experiencia, el cómo sobreviví a la revolución como escritor después de un episodio tan fuerte en mi vida.

¿Cómo son las novelas que le gustan?

Yo prefiero las novelas que me atrapen. Después de las diez primeras páginas sé si voy bien o no, si luego de eso, no encuentro ningún atractivo dejó la lectura. Por eso un escritor tiene que preparar bien su plan para atrapar al lector. Un libro tiene que estar bien escrito, con los ganchos usuales de la literatura para que uno quede atrapado en la lectura. Las interpretaciones deben tocar al lector, pero luego.

¿La narrativa sigue siendo lo más importante?

Vivimos en un mundo en el que seguimos contando historias, incluso en las ciencias de los negocios se usa mucho el storytelling que es la técnica narrativa para enseñar este tipo de ciencias y disciplinas. Vivimos un mundo en el que se cuentan y escuchamos historias: telenovelas, novelas gráficas, blogs, novelas participativas. Yo prefiero las historias tradicionales, que es la manera como yo las cuento. Soy un novelista a la usanza del siglo XIX, pero no desprecio las otras formas de contar historias. Se trata de una necesidad de los seres humanos, la de contar historias y también escucharlas.

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