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"Hay gente que aún se avergüenza de admitir que su papá o su abuelo fueron hacendados"

Hablar de la reforma agraria sigue generando controversia, aun 45 años después de la promulgación de la Ley N° 17716, publicada durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. ¿Quién ganó y quién perdió en este proceso? ¿Cuál es el impacto que dejó la reforma agraria en nuestra sociedad? Al respecto conversamos con el antropólogo y economista peruano Enrique Mayer, quien radica en EE.UU. y nos visitó a mediados de noviembre como invitado especial del XII Coloquio de Estudiantes de Antropología, organizado por la Especialidad de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP.

  • Enrique Mayer
    Profesor emérito en el Departamento de Antropología de la Universidad de Yale.
  • Texto:
    Luis Yáñez
  • Fotografía:
    Felix Ingaruca

Luego de 45 años de la ley de reforma agraria, ¿qué lecciones aprendidas nos ha dejado esta experiencia?

Todavía es muy temprano para resumir o tener una idea de la reforma agraria porque todavía no se ha escrito la historia, ni la oficial ni la extraoficial. Solamente ha habido un debate político peleado: algunos dicen que fue un desastre y otros que tuvo buenas cosas y hubo que hacerla. Durante la época en que fui estudiante y profesor aquí, la reforma agraria era el tema candente porque estaba llevándose a cabo y se hacían muchos diagnósticos, se discutía si estaba bien o mal hecha, pero una vez terminada nadie siguió hablando del tema.

El contexto latinoamericano fue muy importante para la realización de esta reforma…

¡Indudablemente! Desde la izquierda (y curiosamente también desde la derecha) se hicieron reformas agrarias. Lo primero que hizo EE.UU. luego de la II Guerra Mundial fue repartir la tierra de los países conquistados (Japón, Filipinas) entre la gente de clase media-baja para desarticular a los poderosos.

Pasaron las reformas agrarias en toda América Latina y ya casi no se habla de eso, salvo tres excepciones: Brasil, Venezuela y Bolivia. En Brasil está el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra, que buscan haciendas mal manejadas y se quedan a acampar hasta que el gobierno les quita la tierra a sus dueños y se las reparten entre ellos. Hugo Chávez y Evo Morales hablaron de la necesidad de crear cooperativas y de realizar reformas agrarias, pero el primero ya se murió y el segundo no pasó más allá de los discursos.

En el Perú, ¿cómo se realizó la transferencia de predios?

La reforma agraria tuvo tres momentos: expropiación, adjudicación y desmantelamiento. La adjudicación fue hecha por Velasco y con mecanismos legales. Es muy importante subrayar que se hizo sin un solo muerto ni un acto de violencia. Fue una cosa pacífica, desde abajo y tranquila. Las cooperativas no funcionaron y el gobierno se retiró y se encargó de desmantelar la reforma agraria, procesó que es llamado “la contrarreforma” y que comenzó con Morales Bermúdez y siguió con Belaúnde y otros gobiernos.

¿Considera que la figura del hacendado ha sido estigmatizada?

¡Por supuesto! Hay gente que aún se avergüenza de admitir que su papá o su abuelo lo fueron. Los hacendados fueron maltratados porque se les prometió que el Estado les pagaría unos bonos por sus tierras y hasta ahora siguen esperando que les paguen. Y hay que reconocer que a diferencia de Colombia, donde los hacendados formaron milicias y defendieron sus tierras con las armas contra las FARC, en el Perú, los hacendados entregaron sus tierras, abrieron un negocio y renunciaron a su papel porque en verdad era muy anticuado.

¿Y se dio de la misma forma en todas las regiones?

En la costa fue un proceso inesperado porque nadie pensó que sería necesario hacerlo, pero Velasco les quitó un tercio de la tierra a los costeños, que se quedaron con su mínimo inafectable y se reconvirtieron. Siguen ligados a la agricultura pero pasaron de la figura del hacendado tradicional a la del hacendado empresario, orientado al mercado y la exportación. Les va relativamente bien, compraron más tierras, tienen avionetas, van a Miami y exportan sus espárragos o limones. En la sierra, la reforma agraria fue muy profunda y los hacendados dejaron sus tierras y se vinieron a Lima, mientras que en la selva no hubo tal reforma, Velasco no entró y a nadie se le quitó nada.

¿Qué características tuvieron las cooperativas creadas a raíz de la reforma agraria?

Hubo hasta cinco tipos de cooperativas y todas fallaron. Ni el mejor gerente del mundo hubiese podido manejar exitosamente una cooperativa y es un milagro que algunas duraran diez años. En la costa hubo un montón de Cooperativas Agrarias de Producción (CAP) en haciendas algodoneras y agrícolas, que funcionaron relativamente bien pero cuando entró el gobierno de Belaúnde y permitió su disolución, los socios se repartieron la tierra y ahora les va más o menos bien como parceleros.

En la alta sierra se crearon las Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS), que fueron una cosa rara, intermedia, donde la tierra no fue adjudicada a nadie sino que se juntaron haciendas de lana y ganado en comunidades y cada una de ellas era socia dentro de una SAIS. Aún existen dos: la SAIS Túpac Amaru, que se formó luego de la adjudicación de tierras de la Cerro de Pasco Corporation; y la SAIS Pachacútec, creada en los predios de la Sociedad Ganadera Corpacancha.

¿Y por qué las cooperativas azucareras fueron un caso excepcional?

Porque las cooperativas azucareras fueron agroindustrias entregadas rápidamente a sus obreros, quienes se convirtieron en socios. Fueron una camisa de fuerza donde nadie podía moverse ni para adelante ni para atrás. El gobierno quería hacer una cosa, los socios otra, pusieron gerentes que no tenían capacidad de maniobra. Fue un diseño malo y equivocado, que solo funcionó por diez años y luego cayó estrepitosamente.  Por eso, el gobierno de Fujimori tuvo que intervenir, desmantelar las cooperativas y crear empresas azucareras que hoy han vuelto a ser lo que fueron antes de la reforma agraria.

Ud. publicó un libro sobre el tema llamado «Cuentos feos de la reforma agraria peruana» (IEP: CEPES, 2009). ¿Cómo fue el proceso de investigación?

Más que un análisis, mi libro se centra en los recuerdos y las vivencias de millones de peruanos que vivieron esa época. Entre 1995 y 1996 entrevisté aproximadamente a 90 personas en el Perú, entre expropiados, expropiadores, beneficiarios y los que no tuvieron nada. Cuando llegaba a una ciudad, los pobladores empezaban a pasarse la voz y me dejaban mensajes a mi teléfono diciéndome que querían contarme sus historias. Al final me cansé y ya no quería escuchar más cuentos.

¿Quién ganó con la reforma agraria?

Los ganadores institucionales de la reforma agraria fueron las comunidades indígenas, porque al final terminaron con más tierras, más número de comunidades (de 1000 a 3000 al final de la reforma), ocuparon un tercio de la sierra del Perú y crecieron en tamaño y en población. Aunque es importante decir que el gobierno de Velasco no tenía ninguna intención en apoyarlas, pero como ya habían sido reconocidas desde el gobierno de Leguía, no podían escapárseles y finalmente quedaron fortalecidas. Y estas comunidades tienen filiales en Lima, migrantes que les mandan dinero y demás bienes.

En los primeros artículos de la Ley de Reforma Agraria, se menciona que esta será un “instrumento transformador” que formará parte de una política nacional de desarrollo. ¿Se cumplió este anhelo?

No fue una carabina de Ambrosio ni salió el tiro por la culata pero la reforma agraria transformó a la sociedad peruana profundamente, aunque no de la forma prevista. No se produjo el desarrollo económico esperado pero sí se liberaron un montón de fuerzas económicas que no han sido vistas ni medidas aún. Se repartió la tierra en una forma rara, se dio ciudadanía a los que no podían leer ni escribir, se abrió la educación, etc. Fue un cambio profundo que muchos no quieren reconocer. Ningún estudiante de antropología puede ir al campo sin conversar acerca del impacto de la reforma agraria en el pueblo que estudia.

El Perfil

Nombre: Enrique Mayer

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