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"Hay municipios que utilizan las rondas como una especie de serenazgo rural"

Hace algunas semanas, rondas campesinas en Carabaya, Puno, obligaron, arrodillada, a una jueza que dé explicaciones sobre por qué no dictó prisión preventiva a un acusado por violación sexual. En esta entrevista, el Dr. Alejandro Diez, jefe de Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP, nos da su opinión sobre la vigencia de esta forma local de administrar justicia en muchas zonas del país.

  • Alejandro Diez
    Jefe de Departamento de Ciencias Sociales
  • Texto:
    Redacción PuntoEdu
  • Fotografía:
    Amelia Santana

¿Por qué suceden situaciones como las de Puno?

Tiene que ver con una especie de demanda por parte de la población que no encuentra una respuesta apropiada del Poder Judicial. Si este fuera eficiente y completamente justo, debería resolverse el problema. Pero como no se da, existen otras formas de administrar justicia, desde las formas completamente “desinstitucionalizadas” como los linchamientos hasta las formas que podrían llamarse de justicia popular, que suplen al poder judicial en muchos espacios del país.

¿Existe un marco legal para las rondas?

En estas formas populares y la legislación, existen puentes. Las rondas están incluidas en la hoja de ruta del Poder Judicial. Existen mecanismos por los cuales estas rondas ejecutan una justicia que es reconocida por el Estado. Hay un marco legal que faculta a las rondas para la resolución en primera instancia de una serie de problemas de justicia. En términos reales, las rondas son una institución de administración de justicia local muy fuerte y, en muchos casos, muy legítima. Hay municipios que utilizan las rondas como una ayuda en la administración de justicia, como una especie de serenazgo rural. No son únicamente populares, podrían llamarse “semiestatales”.

¿Se puede conciliar con estas dos formas de administración de justicia?

Teóricamente, están conciliadas. Pero eso no se puede hacer si no existe una conciliación local efectiva. No basta que la ley lo diga. Uno de los problemas muy fuertes entre las rondas, los policías y los jueces en las zonas norteñas surgía cuando los ronderos agarraban a alguien, lo entregaban a la policía y luego lo soltaban porque no había pruebas o porque pagaba una coima. Por la razón que sea, a la gente le molesta. Hay una parte gris de estos problemas de articulación, que solo puede ser resuelta localmente. En el caso de la jueza, su error no fue acudir a la plaza, desde mi punto de vista, y arrodillarse. Su error fue no tener en cuenta y no coordinar con las rondas y saber en qué espacios se está moviendo.

Hace meses, en La Libertad, una anciana murió luego de ser detenida por las rondas campesinas acusada de brujería.

Eso, de por sí, está mal. Pero tú tienes que estar allí. Yo recuerdo que surgió un debate muy mediático y la gente decía: “esto no puede ser”, “no podemos permitirle”. Y alguien contestó: “¿usted estuvo allí?” ¿Sabes lo que significa que le roben su ganado, que te afecten tu vida y nadie te dé una respuesta? La ronda, desde el punto de vista de la población, es ampliamente justificada. Es una forma mediante la cual la sociedad le reclama al Estado. Las rondas funcionan como un mecanismo de vigilancia al Poder Judicial para que no haga algo arbitrario e ilegal. Tú puedes ver a la ronda no solo como un agente de control social sino como un agente de vigilancia cívica.

¿Pero cómo lidiar con los excesos?

Pedirle a la jueza que se arrodille porque la van a flagelar sigue siendo un acto menor. Hasta eso, dependiendo del grado de coerción, no es completamente un delito. Tú puedes discutir si es una mala medida. Yo he escuchado historias antiguas de rondas donde no solo han obligado al alcalde a arrodillarse, sino que también lo han flagelado públicamente. Eso sí es un delito.

¿Existe un paralelo entre las rondas en el país con los comités de autodefensa en México?

No son exactamente lo mismo. La gran diferencia es que aquí no tenemos esos niveles de violencia. Tú puedes decir que hay seguridad cívica pero ya están muy militarizadas. Se ha convertido en una fuerza policial armada. Aquí sigue siendo todavía una fuerza campesina, rural y también urbana, donde el arma principal son el chicote y el látigo; no las armas, que sí fue en el caso de los comités de autodefensa en el país.

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