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“En una sociedad, las memorias están siempre en competencia”

En un país con casi 70 mil desaparecidos y un Lugar de la Memoria, que recibe de cuando en cuando ataques de todo tipo, cabe preguntarnos si hay una sola forma de recordar o, en todo caso, para qué recordamos. La Dra. Susana Kaiser nos invita a reflexionar en torno a la configuración de nuestra memoria en periodos de violencia política.

  • Susana Kaiser
    Directora del Departamento de Estudios de Medios de Comunicación de la Universidad de San Francisco, California
  • Texto:
    Suny Sime
  • Fotografía:
    Víctor Idrogo

¿Qué es la posmemoria? ¿Cómo se constituyen los recuerdos después de grandes conflictos?

La expresión “posmemoria” es de Marianne Hirsch. Ella analiza los recuerdos de los descendientes de sobrevivientes del Holocausto. Viene a ser la memoria de los descendientes de personas que vivieron periodos muy violentos y traumáticos. Si bien es de segunda generación, es muy fuerte. Para mi libro Posmemorias del terror, conversé con varios jóvenes que habían nacido durante la dictadura argentina. Después de grandes conflictos, la memoria se forma a nivel familiar y social, de las experiencias y miedos transmitidos, incluso por silencios, en casa y el entorno.

¿Hay una sola forma de recordar un mismo hecho, en este caso, muy violento? ¿Pueden coexistir diversas memorias en torno a él?

De hecho, coexisten, peleándose, negándose o ignorándose. Así como somos parte de diferentes grupos sociales, también somos parte de distintos grupos de memoria, de los que hablaba Maurice Halbwachs. Podemos pertenecer a varios de estos y coexistir con todos ellos. La memoria es algo fluido que va cambiando también. En una sociedad, las memorias están siempre en competencia, sobre todo después de eventos traumáticos. Compiten por hegemonía y cada una va tratando de imponer su versión sobre el pasado como la única y verdadera.

Usted menciona el papel importante de los medios en la transmisión de las memorias, pero también advierte que no hay una democratización de estos medios. Ahí es donde surgen estrategias ciudadanas contrahegemónicas. ¿En qué consisten?

Está el caso de las marchas de las Abuelas de Plaza de Mayo. Estas mujeres salieron a las calles a buscar a sus hijos y nietos en medio del terror. La primera de estas marchas fue en 1976, hace 42 años. Y siguen haciéndolo. Por otro lado, los escraches de H.I.J.O.S. [acrónimo de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio] es el planteo de los hijos de los desaparecidos de la dictadura. Ante una situación de impunidad absoluta, en la que represores, torturadores y genocidas estaban libres, estos jóvenes decidieron crear cárceles metafóricas. Lo que hacían era organizarse e imprimir volantes con el historial de esa persona: en qué centros de tortura trabajó, qué grado tenía, en qué testimonios está reconocida su participación, cuál es su dirección y dónde trabaja. Luego marchaban por el barrio del escrachado mientras cantaban, por ejemplo, “alerta, alerta, alerta a los vecinos, que al lado de su casa está viviendo un asesino”. La consigna era “si no hay justicia, hay escrache”. El escrache es eso: vergüenza pública y rechazo social.

¿Esta indagación en torno a las memorias busca llegar a una reconciliación o es un término que no emplea?

Para nada. No creo en la reconciliación. En primer lugar, es algo muy personal. No se puede imponer. En segundo lugar, implica un diálogo. Creo que la situación sería muy distinta si hubiera un reconocimiento público de los crímenes, pero eso nunca pasó. Sí creo en la coexistencia, que es muy distinto a estar reconciliado.

En el último congreso LASA, en Barcelona, presentó la mesa “Topándose con el pasado en ‘no lugares’ de memorias en una Latinoamérica de posconflicto”. ¿De qué trató?

Trató sobre los espacios no oficiales que se terminaron convirtiendo en lugares de memoria en Chile, Perú y Argentina. Hablé sobre las “baldosas por la memoria” de Buenos Aires, que están inspiradas en las stolpersteine (“piedras para tropezar”, en español) alemanas. Estas baldosas llevan el nombre de una persona y su fecha de desaparición. Están ubicadas fuera de las casas donde vivieron, trabajaron o militaron, o donde fueron secuestrados o asesinados. Son hechas por la comunidad y están desperdigadas en el espacio urbano, de la misma manera que la represión atacó en todos los rincones de la sociedad. Son incómodas para mucha gente, porque de alguna forma están señalando la magnitud de la masacre que hubo en Buenos Aires.

El Perfil

Nombre: Susana Kaiser
Nacionalidad: argentina
Grado académico: doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos)
Trayectoria: docente del programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de San Francisco, California. Sus áreas de investigación son comunicación, memoria y derechos humanos. Ha escrito sobre las estrategias de comunicación desarrolladas por madres, abuelas e hijos de desaparecidos en Argentina, y sobre la construcción y transmisión de memorias de violencia política, con énfasis en el papel de los medios en esos procesos.

¿Para qué nos visitó?

Evento: Conferencia “Memorias multimediáticas: transmitiendo, [re]construyendo y escribiendo memorias de pasados violentos”
Organizadores: Cisepa, Grupo Interdisciplinario sobre Memoria y Democracia, IDEHPUCP

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